FASCISMOS CONTRA LA MASONERÍA
El primer paso oficial que el
fascismo italiano dio contra la masonería fue a raíz de la
deliberación del Gran Consejo Nacional Fascista del 15 de febrero de
1923, con la participación del Duce y otros catorce miembros de dicho
Consejo. El resultado fue invitar a los fascistas que eran masones a
elegir entre el pertenecer al Partido Nacional Fascista o a la
masonería.
Poco después el Gobierno
italiano, por medio de la llamada Comisión de los Quince, preparó un
informe histórico sobre el significado y la obra de la masonería. A la
vista de este informe el propio Mussolini entregó a la Cámara un
proyecto de ley el 12 de enero de 1925, que él mismo se encargó de
presentar. Tras reconocer que de todos era conocido el papel que en el
Risorgimiento italiano desempeñaron las sociedades secretas, dijo que
la existencia de tales sociedades se justificaba en tiempos de
esclavitud, no en los tiempos actuales de libertad. En los nuevos
tiempos, era incompatible con la soberanía del Estado. La ley contra
la masonería fue finalmente fue aprobada.
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A la izquierda, Fernando Pessoa
(1888-1935), uno de los mayores poetas y escritores de la lengua
portuguesa, jugando al ajedrez con Aleister Crowley
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Unos años más tarde, en el
Portugal de Salazar, se iba a repetir la experiencia italiana.
Oliveira Salazar centró su atención en el peligro de las sociedades
secretas como responsable de la decadencia de Portugal. Un Informe
contra las sociedades secretas acabaría siendo aprobado y promulgado
oficialmente bajo forma del ley el 21 de mayo de 1935. El poeta
Pessoa, declarándose no masón ni tampoco antimasón, escribió un largo
artículo criticando el proyecto del señor Cabral, que se integraba,
tanto por su naturaleza como por su contenido, en «las mejores
tradiciones de los Inquisidores». Pessoa afirma que el proyecto de
ley, aparentemente dirigido contra las «asociaciones secretas» en
general, en realidad iba dirigido total o parcialmente contra la
masonería, que no es una simple asociación secreta, sino una orden iniciática, cuyo secreto es el común a todas las órdenes iniciáticas,
a todos los llamados misterios, y a todas las iniciaciones
transmitidas directamente de maestro a discípulo.
La consecuencia de la promulgación de
esta ley fue la persecución y el exilio para no pocos de los 9.500
masones portugueses catalogados entonces como tales por las fuerzas
gubernamentales.
Hermann Göring (1893-1946) político
y militar alemán, miembro prominente del Partido Nazi,
lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe
afirmaba en 1933: «¡Para la Francmasonería no hay lugar en la
Alemania nacionalsocialista!» |
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Por su parte, en la Alemania
de Hitler, la lucha contra la masonería estuvo íntimamente ligada no
sólo a la prohibición de las sociedades secretas y a la supresión del
marxismo internacional, sino especialmente con la cuestión del
judaísmo, en gran medida inspirada en Los Protocolos de los Sabios
de Sión. Ya Hitler los utilizó múltiples veces en su obra Mein
Kampf, en la que desarrolló en 1924, sus concepciones de «pueblo y
raza» y manifestó su decidida lucha contra las potencias
supraestatales que encarnaban «el judaísmo, el bolchevismo y la
masonería». En Alemania, la difusión de los Protocolos sirvió
para la propaganda hitleriana. Desde 1934 fueron introducidos en la
enseñanza. De esta forma se fue extendiendo en Alemania la obsesión de
la alianza subterránea de los judíos y los francmasones por la
conquista del mundo.
Ante esta actitud de ataque y
persecución, las logias alemanas —al igual que las de Italia y
Portugal— por iniciativa propia cesaron sus actividades. El Gobierno
requisó todos sus bienes muebles e inmuebles. Goering afirmaba en
1933: «¡Para la Francmasonería no hay lugar en la Alemania
nacionalsocialista!». Y el 1 de marzo de 1942 escribía lo siguiente:
«La lucha contra los judíos, los francmasones y las otras potencias
ideológicas en lucha contra nosotros, es una tarea urgente del
nacionalsocialismo durante la guerra».
Con la llegada de los
alemanes a Francia, los primeros en ser señalados fueron los
participantes del Frente Popular, los francmasones, los judíos, los
anglosajones y, más tarde, los bolcheviques. Ello dio origen a la
legislación antimasónica del Gobierno de Vichy, especialmente la ley
del 13 de agosto de 1940 por la que se prohibían las sociedades
secretas, sin hacer expresa mención de la masonería, su principal
destinatario.
Extractado de: José
A. Ferrer Benimeli (Universidad de Zaragoza), El contubernio judeo-masónico-comunista,
Madrid, 1982, pp. 223-272.
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